En plena época de consumismo instalado sin previo aviso, cada año, como el que se come doce uvas en unos tantos segundos sin que se sepa muy bien por qué, la parte más mediáticamente influenciable de esta sociedad ha de salir a cojones a una fiesta durante toda la noche a pasárselo bien... como si 300 personas encerradas en una habitación de 300 metros cuadrados diesen espacio suficiente para que uno se lo pase bien. Pero ahí vamos, y me incluyo, sí. Quizás llega un momento en el que el cerebro, dejándose llevar por lo fácil y habitualmente preestablecido, no atiende a razones... y éste es uno de esos momentos. De camino hacia la discoteca, con el tráfico trazando la triste realidad de una noche como estas, sólo alcanzas a deducir una cosa: qué burros que somos, y me incluyo, sí. Hay pocas cosas más agobiantes en la vida que una cola de coches que se mueven lentamente durante eternos minutos. Pero ahí estamos nosotros... en una cola que nos llevará durante unas horas a una habitación
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