He vuelto al folio en blanco, a recurrir a las ideas más profundas e intensas de mi mente, vuelvo a intentar rellenar esta hoja con pequeños brotes de mi vacío interior. Llevaba días sin hacerlo y hoy lo necesitaba. He dejado que el tiempo ponga las cosas en su lugar, con el riesgo de enfriarlas en demasía y perderlas para siempre. Después de todo este tiempo, de pasar noches en vela, de revivir todos aquellos momentos, que durante muchos días me hicieron feliz y de limitar mis objetivos hacia una sola persona, mi cabeza ha terminado el proceso de asumir el fín. Las cosas tienen un principio y un fín. Normalmente, ateniéndose a la normalidad en estos casos, todo acaba porque la progresión es descendente, surgen problemas puntuales que acaban por colmar la estabilidad deseada, la desconfianza roza ya la obsesión... y un largo etcétera de hechos que marcan el fín de las cosas. Pero en toda regla hay una excepción y ésta no podía ser menos. Hay veces que el fín de las cosas no viene dad
Con lágrimas en los ojos di media vuelta y marché. Ahora empieza todo, desde cero...