31 de diciembre, 4:46 de la madrugada, manos sobre el teclado, ojos sobre la pantalla, recuerdo desgastado, olvido presente, pasado fugitivo, presente desconocido y futuro incierto. 12 campanadas que marcan las doce de la noche. La despedidad y la bienvenida. La esperanza eclipsa a la nostalgia. El cava (o champán, como se quiera) y el deseo de un año mejor junto a los tuyos, con cientos fuegos de artificio asomándose por la ventana e invadiendo el cielo, son los primeros protagonistas de unos nuevos 365 días que siempre se esperan que cambien a mejor o, por lo menos, que mantengan la buena línea que dejó el año recien acabado. Noche única, mágica, llena de ilusiones y esperanzas. Uno viste las mejores galas para recibir el nuevo año con la mejor cara posible, con la sonrisa en el rostro, con la noche planeada, con el permiso de hacer lo que uno quiera por tal de pasarlo bien, con la seguridad de que la diversión estará garantizada... Para el recuerdo, u olvido, quedan 365 días.
Con lágrimas en los ojos di media vuelta y marché. Ahora empieza todo, desde cero...