Cinturas acartonadas
En plena época de consumismo instalado sin previo aviso, cada año, como el que se come doce uvas en unos tantos segundos sin que se sepa muy bien por qué, la parte más mediáticamente influenciable de esta sociedad ha de salir a cojones a una fiesta durante toda la noche a pasárselo bien... como si 300 personas encerradas en una habitación de 300 metros cuadrados diesen espacio suficiente para que uno se lo pase bien. Pero ahí vamos, y me incluyo, sí. Quizás llega un momento en el que el cerebro, dejándose llevar por lo fácil y habitualmente preestablecido, no atiende a razones... y éste es uno de esos momentos.
De camino hacia la discoteca, con el tráfico trazando la triste realidad de una noche como estas, sólo alcanzas a deducir una cosa: qué burros que somos, y me incluyo, sí. Hay pocas cosas más agobiantes en la vida que una cola de coches que se mueven lentamente durante eternos minutos. Pero ahí estamos nosotros... en una cola que nos llevará durante unas horas a una habitación encerrada, con miles de luces y con una música que a lo mínimo que incita es a coger un vaso de tubo y a estampárselo al DJ invitado de aquella noche.
Una vez llegado a la discoteca te encuentras otra cola... pero ésta no es de coches no, ésta es de jóvenes que han trabajado a conciencia su apariencia a base de gomina, espuma, acondicionadores, perfumes, camisas, zapatos, altas botas, generosos escotes y demás atuendos-complementos que dejan ver con claridad que todo es lo mismo, mires donde mires... Una apariencia que ni mucho menos dista de lo que es un día normal para cualquiera de ellos. Así que, entre miradas provocativas unas y despectivas otras, vas llegando hasta la puerta principal aguardada por dos chicos específicamente contratados para la ocasión. Gafas oscuras, trajes oscuros y voz profunda y segura, imagino que para infundir respeto... pero a mi me dan la risa, qué vamos a hacer.
Creía que después de dos largas colas ya no habría muchas más ahi dentro... y efectivamente, no hubo colas... porque era imposible mantener un mínimo de orden. Todo lleno, sin un mínimo de espacio para poder moverse con normalidad. Lo normal era ir esquivando entre perdones, miradas provocativas o despectivas... dependiendo del objeto a esquivar, y de cuando en cuando un vaso lleno de... vete a saber lo que habrían puesto, medio vacío (porque no me apetece verlo medio lleno) y un cigarro entre los dedos de algún chulo o de alguna chica moldeable y necesitada de luces. Porque para qué engañarnos, la mayoría son así... el típico chulo, con aspecto agraciado, seguro de sí mismo, rodeado de amigos con sonrisa forzada y charlando de temas que acaban en la nada en menos de un minuto; después la típica niña, con cuerpecito lindo, aspecto joven y una seguridad ganada a bases de chulos necesitados de emociones que sólo las encuentran al decir sí a una niña y a olvidarse de ella al día siguiente, dos o tres más como mucho.
Con dichas vistas me limito a observar, en los pocos huecos que quedan libres en la barra, la absurdez de tal acontecimiento. Niños y niñas guiados por el ritmo de una música que algún día pondré empeño en aprenderla, si es que tiene alguna forma de bailarse... porque por lo visto aquella noche, cómo tenga que tomarlo como ejemplo mal lo llevamos...
El desarrollo de la noche fue poco interesante. Unas cuantas conversaciones con alguna que otra chica que se acercaba a la barra, pero ninguna de aquellas conversaciones acabó fuera de allí. Así que entre idas y venidas al baño... pues se me fue acabando el poco interés que ya llevaba de casa y, tal y como había llegado me fui... esquivando entre perdones, miradas provocativas o despectivas, y riéndome de aquellos rostros serios que están aparcados durante toda la noche en la puerta de la discoteca.
Llegué a casa, me descalcé, me puse cómodo, calenté un vaso de leche y me senté a esperar a que el microondas me avisase, con la sensación de que en ese instante, todavía, aquellos jóvenes seguirían hablando de sus temas, las chicas seguirían jugando a la provocación y los dos aparcados de la puerta seguirían con su rostro serio, gafas oscuras y traje oscura. Sonó el microondas, las sensaciones se acabaron... ya estaba en casa.
De camino hacia la discoteca, con el tráfico trazando la triste realidad de una noche como estas, sólo alcanzas a deducir una cosa: qué burros que somos, y me incluyo, sí. Hay pocas cosas más agobiantes en la vida que una cola de coches que se mueven lentamente durante eternos minutos. Pero ahí estamos nosotros... en una cola que nos llevará durante unas horas a una habitación encerrada, con miles de luces y con una música que a lo mínimo que incita es a coger un vaso de tubo y a estampárselo al DJ invitado de aquella noche.
Una vez llegado a la discoteca te encuentras otra cola... pero ésta no es de coches no, ésta es de jóvenes que han trabajado a conciencia su apariencia a base de gomina, espuma, acondicionadores, perfumes, camisas, zapatos, altas botas, generosos escotes y demás atuendos-complementos que dejan ver con claridad que todo es lo mismo, mires donde mires... Una apariencia que ni mucho menos dista de lo que es un día normal para cualquiera de ellos. Así que, entre miradas provocativas unas y despectivas otras, vas llegando hasta la puerta principal aguardada por dos chicos específicamente contratados para la ocasión. Gafas oscuras, trajes oscuros y voz profunda y segura, imagino que para infundir respeto... pero a mi me dan la risa, qué vamos a hacer.
Creía que después de dos largas colas ya no habría muchas más ahi dentro... y efectivamente, no hubo colas... porque era imposible mantener un mínimo de orden. Todo lleno, sin un mínimo de espacio para poder moverse con normalidad. Lo normal era ir esquivando entre perdones, miradas provocativas o despectivas... dependiendo del objeto a esquivar, y de cuando en cuando un vaso lleno de... vete a saber lo que habrían puesto, medio vacío (porque no me apetece verlo medio lleno) y un cigarro entre los dedos de algún chulo o de alguna chica moldeable y necesitada de luces. Porque para qué engañarnos, la mayoría son así... el típico chulo, con aspecto agraciado, seguro de sí mismo, rodeado de amigos con sonrisa forzada y charlando de temas que acaban en la nada en menos de un minuto; después la típica niña, con cuerpecito lindo, aspecto joven y una seguridad ganada a bases de chulos necesitados de emociones que sólo las encuentran al decir sí a una niña y a olvidarse de ella al día siguiente, dos o tres más como mucho.
Con dichas vistas me limito a observar, en los pocos huecos que quedan libres en la barra, la absurdez de tal acontecimiento. Niños y niñas guiados por el ritmo de una música que algún día pondré empeño en aprenderla, si es que tiene alguna forma de bailarse... porque por lo visto aquella noche, cómo tenga que tomarlo como ejemplo mal lo llevamos...
El desarrollo de la noche fue poco interesante. Unas cuantas conversaciones con alguna que otra chica que se acercaba a la barra, pero ninguna de aquellas conversaciones acabó fuera de allí. Así que entre idas y venidas al baño... pues se me fue acabando el poco interés que ya llevaba de casa y, tal y como había llegado me fui... esquivando entre perdones, miradas provocativas o despectivas, y riéndome de aquellos rostros serios que están aparcados durante toda la noche en la puerta de la discoteca.
Llegué a casa, me descalcé, me puse cómodo, calenté un vaso de leche y me senté a esperar a que el microondas me avisase, con la sensación de que en ese instante, todavía, aquellos jóvenes seguirían hablando de sus temas, las chicas seguirían jugando a la provocación y los dos aparcados de la puerta seguirían con su rostro serio, gafas oscuras y traje oscura. Sonó el microondas, las sensaciones se acabaron... ya estaba en casa.
Comentarios
Tu en una discoteca ?!
LLevo diaaaaaaaaaaas intentando dejarte el maldito comentario pq no veo q parezcas por el maldito msn...
Y te exo de menos..
en fin supongo q sera pq el pc te v mal o pq tienes curro en el bar..
Bueno cuidate te loviuuuu
besitos Mery/Miercoles/Noctturna
ETC